Pocas veces, las elecciones gallegas habían recibido tanta atención por parte de los observadores externos, buscando en ellas las consecuencias que se podrían derivar para el conjunto de la política española. Los resultados desmintieron las hipótesis de alternancia, aunque no dejan de trasladar indicios de cambios que también acabarán trasladándose a la política española.
La única esperanza para el PP (quizá para Feijóo) es lo que no hemos visto en Galicia. Mientras que allí, como en el País Vasco y menos en Cataluña, una parte significativa de la nueva generación de votantes se siente encuadrada en la mayoría actual del Congreso, en el resto de España podría estar emergiendo, como reacción, una nueva coalición de jóvenes varones, entrados en edad de votar bajo la presidencia de Sánchez, para los cuales el cambio político ya no pasa por la izquierda, ni por ese relato de la España plural sin hilo narrativo común. Pero para eso habrá que esperar a las europeas.
La ausencia de abstenciones en la investidura anticipa una legislatura larga. La estruendosa reacción a los pactos y la presencia de Vox ayudan a galvanizar la mayoría. El punto débil es el riesgo de un exceso de arrogancia que pudiera acumular Sánchez si se toma demasiado en serio su hiperliderazgo.
El PSOE abierto en canal por la amnistía y los tratos con los independentistas: este era el escenario buscado aún más por la opinión publicada contraria a esa coalición que por el propio PP estos meses. De momento, la realidad desmiente el presagio.
Sánchez debe aclarar el sentido de las medidas de gracia para el futuro de la sociedad. No tanto si son aceptables a cambio de la investidura, sino en qué condiciones pueden devolver la crisis catalana a unos parámetros aceptables para una democracia de calidad.
El fracaso de la extraña sesión de investidura de Alberto Núñez Feijóo se daba por descontado, y muchos veían en ello el canto del cisne del candidato popular. De momento, el gallego ha sobrevivido al trance.Siga leyendo en Agenda Pública.
El desenlace de la estrategia de tensión política continua es una victoria electoral y una derrota parlamentaria, que no ha logrado disipar el empate entre las izquierdas y las derechas estatales que ya se dio en 2019.
La paradoja que ha mostrado la discusión del lunes es que Sánchez y Feijóo no representan posturas políticas tan dispares dentro de la creciente diversidad de nuestro panorama político.
El pacto entre PP y Vox alimenta la esperanza de derrotar a esa España plurilingüística y de identidades múltiples a la que a las derechas españolas siempre les ha costado representar.
Núñez Feijóo se planteaba estas elecciones como un primer paso a la Moncloa y un desafío de supervivencia frente a Isabel Díaz Ayuso. Podría haber conseguido lo segundo, pero no lo primero.
Para evitar quedar empantanado en el bullicio de esa disputa por el relato sobre las implicaciones del 28-M, y poder disponer de un mejor juicio al respecto, proponemos aquí diez criterios, a modo de parámetros que permitan valorar las tendencias políticas reales que puedan estar latiendo en el subsuelo electoral.
Local and regional electoral campaigns are not a simple reflect of national politics, because voters make their decisions according to local leaderships and governments’ performance. However, this electoral contest will also revolve around three national issues.
A las puertas de la campaña electoral del día 28, todos los partidos depositan sus esperanzas en que estos comicios apunten escenarios propicios para las elecciones generales que les seguirán. Y, con ello, quizá sobrecarguen las expectativas de lo que esta convocatoria de mayo puede dar de sí.
El proyecto que presentó Yolanda Díaz en Madrid actualiza el programa de una izquierda institucional y abandona el impulso populista de los orígenes de Podemos.