Partidos más polarizados que nunca. ¿Se cansarán los votantes?
22 diciembre 2018 by JRT

La polarización se ha convertido en el principal rasgo de la política española. Tras décadas en las que los partidos competían por votantes procedentes de ideologías diversas (mediante la denostada estrategia cach all o atrapalotodo), hemos pasado a lo contrario: asegurar el apoyo de los convencidos ofendiendo a los adversarios.
Los pocos datos de los que disponemos sugieren que el aumento de la polarización no es un rasgo exclusivamente de la política española. Pero aquí ha encontrado un terreno adobado. Como ya hemos analizado en algunos artículos, el proceso soberanista ha disparado la polarización en la sociedad catalana en torno al eje de la identidad nacional. Pero el conjunto de la política española también parece seguir esa línea. No es difícil pensar que la irrupción de Vox va a favorecer esa dinámica aún más.
No obstante, se trata de una polarización principalmente fabricada por los partidos, como un recurso fácil para mantener la lealtad de votantes cada vez más volátiles y menos dispuestos a aceptar las contradicciones de sus representantes políticos. Como muestra gráfico adjunto, los ciudadanos siempre han percibido a los partidos mucho más polarizados que a sí mismos. Pero en los últimos meses, desde el cambio de gobierno, la distancia entre la polarización de los partidos y la de los ciudadanos ha alcanzado una cota máxima desde el retorno de la democracia: casi dos puntos de distancia (según el indicador utilizado en una escala de 0 a 10).
Ahora bien, también puede suceder lo contrario: que la espiral de ruido que está produciendo la política de adversarios acabe agotando a los votantes, y genere con ello un nuevo valor a los políticos que sepan construir discursos de concordia y entendimiento con los adversarios. Si así fuera, y un amplio espectro de los votantes acabara deduciendo que la polarización puede ser contraproducente para afrontar los grandes retos de la sociedad española, podríamos esperar a medio plazo una un renacimiento de los discursos centrípetos. Ello podría pillar con el paso cambiado a aquellos líderes que en estos momentos adoptan un lenguaje sin matices y que ponen a prueba la coherencia entre sus palabras y la realidad.