38º Congreso Federal del PSOE: «ahora la unidad; luego la renovación»
10 febrero 2012 by JRT
Los congresos de los partidos políticos son esencialmente citas electorales internas para escoger quiénes serán los próximos líderes de la organización (a veces también se aprueban ‘cosas programáticas’, pero eso siempre es secundario y sólo es noticia si el congreso no da para más titulares). Hay dos tipos de congresos: en los que hay una disputa abierta por el liderazgo y en los que simplemente se ratifica la continuidad de la coalición dominante (se mantenga el mismo líder o se substituya por otro). El 38º Congreso Federal del PSOE fue de los primeros, algo que, desde Suresnes, sólo había vuelto a suceder anteriormente en 2000 (y furtivamente en 1979). En 1997, la renuncia sorpresiva de González y la elección in extremis de Almunia fue una estrategia para evitar justamente un congreso disputado. Ello no impidió que, en poco tiempo, las bases manifestaran su revuelta mediante la elección de Borrell como candidato. Esta ausencia de competencia abierta en la lucha congresual por el liderazgo de la organización es un rasgo generalizado entre casi todas los partidos en España. Normalmente los cuchillos sólo vuelan en la cocina.
¿Quiénes se enfrentaban? La prensa ha explicado este 38º Congreso como la lucha entre dos candidatos de perfil realmente opuesto (un experimentadísimo e inteligente dinosaurio del partido, representante del PSOE forjado por González & Guerra a finales de los 70, y una desacomplejada catalana de corta pero fulgurante carrera a la sombra de Zapatero). En la realidad, como siempre sucede, la disputa se ha producido más bien entre dos alianzas de facciones territoriales enfrentadas en cada federación. Así, Chacón estaba apoyada principalmente por los sectores dominantes en Andalucía, Madrid, Aragón y Castilla la Mancha, además del núcleo duro del PSC, junto a los sectores opositores de Galicia, Extremadura, País Vasco y Comunidad Valenciana, entre otros. Las huestes de Rubalcaba reunían el campo adversario de cada federación, con un peso especial del del socialismo vasco, los críticos con Tomás Gómez y, en general, la España del norte. Un repaso de los congresillos previos define con precisión la geografía interna socialista. Con ciertos matices, la fotografía ha sido un PSOE partido en dos. La línea ideológica divisoria no es fácil de definir (al fin y al cabo, hablamos del mismo partido), pero, si se nos permite simplificar, se puede decir que los sectores más federalistas y de nueva izquierda estaban con Chacón, mientras que los más tradicionales, unitarios y de izquierda obrerista se alineaban con Rubalcaba.
El resultado concluyó en una victoria por la mínima de Rubalcaba: después del talante de Zapatero, un aparente retorno al PSOE de orden que el eje vasco-sevillano refundó en la Transición. No obstante, este desenlace se puede interpretar más como un intermedio que como algo definitivo. La evolución del partido y del liderazgo de Rubalcaba la marcarán tanto el acierto de su gestión interna como los caprichos de la fortuna. Para empezar, el calendario electoral de los próximos doce meses puede dejar por el camino la pérdida de los últimos bastiones autonómicos y el encadenamiento de cuatro derrotas en pleno apogeo reformador del PP. Internamente, Rubalcaba deberá ahora ganar autoridad en las federaciones más relevantes. De ahí su apelación a la unidad, entendida como un rassemblement del partido en torno a él. Chacón podría haber realizado una ejecutiva más integradora, porque la meta era la secretaría general. Rubalcaba necesita imperiosamente asentar su predominio sobre el conjunto de la organizacion. De lo contrario, en las casi seguras primarias de 2015, los afiliados y simpatizantes pueden enmendar rotundamente el voto de los delegados de este congreso.
Lo ajustado del resultado demuestra cuánto ha cambiado el PSOE respecto a aquel que gobernó España y perdió ante Aznar. La década Zapatero acabó con las divisiones felipismo-guerrismo, una lógica que pertenece ya al pasado. Y lo que viene no es exactamente rubalcabismo frente a chaconismo. En realidad, será en los congresos regionales de las próximas semanas cuando empiece a perfilarse hacia dónde se encamina el nuevo PSOE: ¿reafirmación de la socialdemocracia con discurso nacional español o ensayo de nueva izquierda federal con tonos populistas?
Un apunte catalán: se ha sobredimensionado el protagonismo del PSC en la apuesta de Chacón. Siguiendo la tesis expuesta en las líneas anteriores, Chacón no era la candidata del PSC, sino la candidata que arrastró a gran parte del PSC con ella, abriendo un inédito precedente en las relaciones entre ambos partidos. Aunque hubiera generado contradicciones y riesgos inciertos, la victoria de la candidata catalana no perjudicaba ni beneficiaba necesariamente al PSC. Como tampoco lo hace la victoria final de Rubalcaba. Todo dependerá de lo que quieran hacer los actuales dirigentes del PSC. Tanto con Rubalcaba como con Chacón, la cuestión sigue siendo la misma: ¿hasta qué punto querrá el PSC ejercer en la práctica su condición de partido autónomo? ¿Conllevancia o conveniencia? La victoria de Chacón no resolvía en absoluto este interrogante.
Por esta misma razón, la derrota de Chacón tampoco tendrá las mismas consecuencias para el PSC que para el resto de facciones regionales que le apoyaron. Mientras que muchos otros se han jugado el cuello político con la apuesta, los delegados catalanes volvieron cansados pero tranquilos a casa. El círculo dirigente del PSC mantiene sus dos puestos en la ejecutiva federal y Rubalcaba sabrá mantener una relación excelente con ellos… ¿para que todo siga igual?
Para saber más:
M. Méndez (2000): La estrategia organizativa del Partido Socialista Obrero Español (1975-1996), Madrid, CIS.
A. Panebianco (1990): Modelos de partido, Madrid, Alianza [Cap. 3: Coalición dominante y estabilidad organizativa]
J. Rodríguez Teruel, O. Barberà, A. Barrio y M. Baras (2010): «¿Se han hecho más democráticos los partidos en España? La evolución en las reglas de elección del líder (1977-2008)«, Revista Mexicana de Ciencias Políticas y Sociales, vol. LII, núm. 208, enero-abril, pp. 159-183