La masacre perpetrada en la sede de Charlie Hebdo el pasado miércoles 7 de enero ha despertado una oleada de empatía con la causa de la libertad de expresión en Occidente sin apenas precedentes. La intensidad emotiva de las manifestaciones, el consenso mayoritario manifestado en las redes sociales y la reacción de condena mundial (incluido el rechazo de Hezbollah) muestran una repulsa general hacia lo que muchos han presentado como una atentado contra la libertad de expresión y contra una visión laica del mundo que sustenta los valores fundamentales de la democracia liberal. Ante esa agresión, la opinión pública occidental ha reaccionado al unísono en defensa de esos valores. Pero, ¿hasta qué punto esta defensa encendida de la libertad refleja realmente un apoyo unánime en el mundo occidental? ¿Nuestra adhesión a la tolerancia, a la libertad de expresión y pensamiento, y al respeto frente al disenso son realmente una convicción inexpugnable para los suicidas de París? ¿Estamos tan seguros de que ‘todos somos Charlie’?
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