Elecciones 25-N en Cataluña: ¿un error fenomenal de cálculo?
4 diciembre 2012 by JRT
Pocas veces encontraremos unos resultados electorales tan marcados por las paradojas como los del 25-N en Cataluña: la victoria contundente del partido de gobierno (con mucha distancia sobre el segundo rival) que, al mismo tiempo, sufre una derrota política severa; el crecimiento del independentismo y el alejamiento de la independencia; el hundimiento continuo del PSC y el alivio de sus dirigentes; el ascenso importante de muchos partidos pequeños que serán casi irrelevantes en esta legislatura.
¿Cómo es posible este cuadro tan peculiar? Al margen de otras lecturas más ideológicas, muchos opinadores señalan el fenomenal error de cálculo político que hizo el Presidente de la Generalitat al decidir acabar con la legislatura anticipadamente y apostar todo su discurso electoral al soberanismo, siguiendo la ola del estado de opinión creado después de la manifestación del 11 de septiembre. Según este cálculo, la decantación de una parte del nacionalismo soberanista catalán hacia posiciones independentistas habría creado una mayoría social que podría traducirse en una mayoría política en muy poco tiempo. Ante este escenario, el presidente de la Generalitat dedujo que había llegado el momento de buscar explícitamente una mayoría absoluta en el Parlamento que acabara con las dificultades que arrastraba su gobierno tras dos años de minoría parlamentaria. Tal como aconsejaron muchos creadores de opinión desde el espacio nacionalista, bastaba con que el Presidente se situara detrás de esa masa social soberanista y el éxito estaría casi garantizado. Sin embargo, con esta decisión Artur Mas infringió una lección política esencial: los dirigentes públicos que se dejan llevar por la multitud terminan sepultados por la realidad. Los grandes estadistas nunca van detrás de la gente. Aunque tampoco se alejan demasiado de ella.
Los resultados del 25-N tumbaron completamente este cálculo. ¿De qué manera? Cuando se convocaron las elecciones el pasado septiembre, reconozco que yo mismo apostaba por una mayoría absoluta del partido gobernante. No obstante, a medida que ha transcurrido el tiempo, el efecto deslumbrante de la manifestación del 11 de septiembre se ha disipado y ha dejado ver mejor el paisaje. El centro político en Cataluña se ha desplazado hacia el soberanismo, pero su electorado sigue siendo muy plural. En realidad, en estas elecciones ha habido mucha más continuidad de la que auguraban los pronósticos. Los equilibrios entre los grandes espacios electorales (izquierda/derecha, españolismo/catalanismo) no se han alterado fundamentalmente, aunque ahora hay más partidos efectivos para ocupar los mismos escaños. Esto no impide que se manifiesten tendencias de cambio que se vienen fraguando desde hace años en la sociedad catalana. Ninguna de ellas responde a un único patrón ideológico. La sociedad catalana no es unánime en su manera de fijar las prioridades políticas. Fijémonos en tres puntos.
Primero. Al abrir el debate sobre la independencia de Cataluña y centrar las elecciones en esta cuestión, Artur Mas logró movilizar al electorado: más de medio millón de nuevos votantes con respecto a 2010, alcanzando el récord de participación en las elecciones autonómicas en Cataluña. Como si fueran unas elecciones generales. Muchos de ellos votaban por primera vez en unas elecciones autonómicas. Y no lo hicieron en el sentido esperado. El Presidente movilizó decenas de miles de votantes en contra de su proyecto. A falta de estudios postelectorales, todavía no podemos saber si lo hicieron contra la independencia o contra su política de recortes sociales de esta legislatura. En cualquier caso, este punto suscita un interrogante clave: ¿se trata de una participación excepcionalmente alta o, por el contrario, la irrupción del debate soberanista ha activado tradicionales abstencionistas que seguirán participando en futuras elecciones autonómicas?
Segundo. Tal como sugerí en un texto publicado el mismo día de las elecciones, una elevada participación probablemente incrementaría la fragmentación del Parlamento. Bajan los dos partidos principales (el menor nivel de concentración del voto desde 1980). El incremento espectacular de participación no se alineó entorno a CiU, como parece que le habían pronosticado al Presidente. La apuesta le dio a Mas muchos votos, pero perdió muchos más. Los electores más favorables al discurso del Presidente desconfiaron, y probablemente con razón, de lo que este haría si obtenía una mayoría absoluta. Al otro lado, el PSC confirma su crisis estructural: tener un programa confuso sobre los temas claves (y especialmente sobre la crisis de crecimiento que vive Europa) y no disponer de líderes que lo expliquen claramente es una fórmula que no atrae a los ciudadanos. Más bien al contrario. Y en ERC están contentos por el ascenso con un líder nuevo y solvente, pero constatan una vez más que su crecimiento se hace siempre sobre la división parlamentaria del espacio nacionalista: hoy ERC y CiU suman exactamente el mismo número de escaños de 2003 (y uno menos que en la anterior legislatura). Después del 11-S, seguimos igual que hace 10 años.
Hay que decir, sin embargo, que el baile de votos fue considerable: todos perdieron y todos ganaron votos, tal como apunta una instructiva estimación preliminar de Ferrándiz y Toharia. Lo interesante es constatar cómo, cuando participa una parte excepcionalmente amplia del electorado catalán, este responde tal y como deberíamos haber esperado: con toda la pluralidad ideológica característica de Cataluña. Un hecho que confirma lo que se viene manifestando desde hace más de una década: se acabaron las grandes mayorías electorales del pujolismo. Si CiU y un debilitado PSC no logran reinventarse, el espacio político catalán al que nos dirigimos será más plural, fragmentado y sin una mayoría abrumadora como las de los años 80s. Sin hegemonía independentista ni mayoría españolista. Muy preocupada por los problemas sociales, pero también concernida por la cuestión territorial o nacional. En este sentido, el crecimiento de Ciutadans, la CUP y el voto en blanco (¡más de 90.000 votos!) son el indicador de que los partidos tradicionales de Cataluña empiezan a tener fugas de electores que reclaman una política más genuina.
Tercero. Esta fragmentación electoral nos conduce hacia a un escenario político catalán de gobiernos minoritarios, en los que la gobernación requerirá apoyarse en varios partidos. Es la lección que tuvieron que aprender los miembros del tripartito, y que CiU olvidó el 2006 y el 2010. Hoy es muy difícil que un partido solo pretenda gobernar Cataluña. Y menos aún en tiempos de crisis social. Esto ha sido una dura lección para Artur Mas, pero ahora se convertirá también en un reto para la responsabilidad de ERC, PSC o PP. Si no hay gobiernos de mayorías absolutas, tampoco habrá oposiciones cómodas y articuladas sobre la crítica pura a las decisiones gubernamentales. No será fácil estar en la oposición y querer gobernar desde allí. Por tanto, se necesitarán discursos políticos más sofisticados, más centrados en las políticas públicas, en detrimento de discursos maximalistas y que supeditan la gobernación a metas nacionales e ideológicas demasiado indefinidas. Quien no acepte el reto de gobernar o no haga una oposición constructiva, probablemente se verá superado por la exigencia de los ciudadanos. Sin embargo, la fragmentación de la oposición no lo deja fácil: algunos por miedo a perder lo que han ganado y otros temiendo perder aún más, será muy difícil que Mas obtenga un apoyo estable. Y menos aún si él sigue siendo el jefe del gobierno. ¿Quien querrá gobernar con un presidente quemado y en un escenario de enormes restricciones económicas y políticas?
En este contexto, no hay que perder de vista que el apoyo plebiscitario que Mas reclamó para avanzar hacia el Estado catalán ha recibido un empujón muy importante. La propuesta soberanista de Mas ha obtenido el apoyo (estimado) de cerca de dos millones de votantes. Sin embargo, este apoyo resulta insuficiente para emprender un proceso histórico como el que reclamaba el independentismo. Incluso el referéndum ahora parece poco viable. Primero habrá que saber si se pueden aprobar los presupuestos, impulsar leyes controvertidas o pagar las nóminas de los empleados públicos, entre otras imposiciones del día a día. Decisiones que, en la situación actual, no están garantizadas. Esto es lo que preocupa a Europa desde hace semanas.
Aún podríamos terminar con otra paradoja final: este baño de realismo que ha recibido el presidente Mas no significa que los problemas políticos que rodearon la disolución anticipada de la legislatura estén resueltos. El callejón sin salida del Estado de las autonomías, la demanda de más autogobierno, la reforma de la financiación, el coste social de los recortes y de la austeridad, el problema del sector bancario, la erosión de los sistemas de sanidad y de educación pública, o la degradación de la cohesión social siguen siendo hoy urgencias que hay que afrontar con realismo pero sin dilaciones ni tópicos ideológicos envejecidos. Sin embargo, el panorama ha cambiado: ahora tenemos un gobierno más debilitado, un Parlamento más dividido y una sociedad más polarizada. Es como hacer un sudoku a oscuras. Por estas razones, es probable que la legislatura que ahora empieza sea corta. Tanto como el futuro político del actual President de la Generalitat.
No estoy para nada de acuerdo con el artículo. Estas elecciones eran pleibiscitarias sobre el referendum y el estado propio. Y hay una mayoría soberanista muy importrante: 87 diputados contra 48 que no son soberanistas. Más aún, el PSC también esta a favor de la consulta, lo que daría una mayoría todavía más amplia, 107 escaños en favor de la consulta. Por lo tanto, hay una legitimidad total para empezar el proceso de autodeterminación.
Que la participación sea del 70% indica de la importancia de las elecciones y del caracter pleibiscitario. Participación mayor que las últimas legislativas, y por lo tanto han ido a votar todo el mundo. Se ha mobilizado el voto españolista que en las autonómicas no vota nunca, y a diferencia de lo que se creía, NO HAY UNA MAYORÍA SILENCIOSA ESPAÑOLISTA. La proporción entre soberanistas y no soberanistas es la misma, 2 a 1 en favor de los primeros. Es un retrato exacto del paisaje catalan, mayoría muy amplia de los independentistas y minoria de los españolistas
Luego, la proporción no es la misma que en 2003. En primer lugar, porque CIU no se había definido como independentista. En segundo lugar, porque la participación solo fue del 63% y el españolismo no se había mobilizado, y no eran entonces unas elecciones pleibiscitarias. En tercer lugar, entonces CIU y ERC sumaban 69 escaños, y el 47% de los votos. Ahora CIU, ERC y las CUP y SI, suman 74 escaños claramente independentistas, el 49% de los votos, a los que hay que sumar el 11% de Iniciativa (total 60% votos) y sus 13 escaños, que suman 87 escaños soberanistas (segun las encuestas, el 65% de los de IC votarían a favor de la independencia). En 2003, los partidos españolistas, sumaban 57 escaños, ahora solo suman 48, y solo tienen el 35% de los votos (PP, PSC y Ciutadans). Además un dato cualitativo muy importante: la primera y la segunda fuerza, son CIU y ERC, dos partidos que apuestan por la independència
Mas y CiU, como lider y partido, han salido debilitados, pero el proceso soberanista ha salido reforzado, porque se ha demostrado que hay una mayoría soberanista muy amplia, y la gente ha dado su apoyo al proceso. Pero no lo ha hecho votando en masa a CIU (que aun así, ha ganado con una diferencia abismal, y solo ha perdido 80.000 votos. En toda Europa, los gobiernos que convocan elecciones pierden el gobierno), sino que lo ha hecho votando en masa a ERC, porque quieren que el proceso se accelere y que vigile a CIU para que no se desvie del objetivo de la consulta
Saludos
Gracias, Carles. Tus cálculos muestran una lectura alternativa a la mía, aunque creo que sobrevaloras la cohesión del bloque que denominas «soberanista» (y particularmente el voto a CiU). En cambio, infravaloras (desde mi punto de vista) el debilitamiento de Artur Mas y de CiU. No es lo que más favorece un pulso político como el que se planteaba. Y está por ver, con encuestas postelectorales, cuál ha sido el trasvase de votos etre partidos y a dónde ha ido el incremento de la participación. Sigo pensando que, en general, el centro político se mueve hacia el soberanismo pero el equilibrio entre espacios no se altera sustancialmente, excepto en un dato clave: pierden peso los dos partidos principales. Atención al efecto de ese dato sobre la gobernabilidad. De todas formas, esto es una lectura bastante política, y me puedo equivocar. El tiempo dirá. Saludos.